Empecé el año leyendo algunos clásicos modernos de corta extensión, en número de páginas, como Entre visillos de Carmen Martín Gaite, porque llevaba una gran saturación de libracos de más de 800 páginas (entre literatura moderna y clásica) y cuando llegó febrero con la lluvia, el viento y el frío que hizo este año en Vigo me apetecía leer algo acorde al clima gallego que estábamos teniendo, que es el normal en esta época del año, pero que ya nos resulta extraño por los inviernos cálidos y secos que hemos vivido en el norte de España durante algo más de la última década.
Pues bien, Canto yo yo y la montaña baila de Irene Solà, me daba la sensación de que podía ser una buena lectura para estos momentos que comento y no me he equivocado. Además, lo digo ya, de haberme encantado, me he metido en su ambientación que es muy atmosférica, y en el que la naturaleza es un personaje más, con el frío y las inclemencias de los Pirineos que se sienten durante toda la narración.

Una narración que recorre fragmentos de la vida de varias generaciones y familias, en ese lugar tan particular y peculiar de la geografía española como es la zona de Catalunya que está en los Pirineos. El libro tiene toques de realismo mágico y más que una novela, este libro es una experiencia. Un libro especial que si encajas con él es un gran viaje. La prosa de la autora tiene a veces toques poéticos, pero siempre es fluida y clara.
Es un libro muy corto que merece experimentarse por unos mismo, por lo que sólo voy a dar estas pequeñas pinceladas, que espero que os animen a leerlo ya sea en invierno con lluvia y frío o en cualquier otra época del año.





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